En estas fechas de mochilas y uniformes recién estrenados, de ruidosos y madrugadores despertadores y de nervios y prisas por eso de “ser puntual”, TODOS volvemos al cole tras un merecido período de descanso vacacional. Y si bien el término “síndrome de depresión postvacacional” no está del todo aceptado por los expertos, bien es cierto que tanto pequeños como mayores arrancamos el curso escolar con mezcla de sensaciones encontradas… por una parte, si todo ha ido bien, nos sentimos agradablemente desconectados de la rutina y con las pilas cargadas de energías renovadas; por otra parte, también podemos sentir cierto cambio de ritmo físico y mental aderezado de pereza, apatía e irritabilidad… como si cuerpo y mente se confabulasen y resistiesen a la imposición forzosa de un cambio de etapa, de un paso irrevocable del relax a la actividad.
También es cierto que con la vuelta a la “normalidad” se avecina un período de reencuentros con familiares, amigos y compañeros “de cole”, de intercambio de confidencias y “anécdotas veraniegas” y de replanteamiento de nuevos objetivos, motivaciones y proyectos tanto profesionales como personales. Y si bien esto último es algo que se suele asociar más con el cambio de año -casi como si de una obligación moral de “buenos propósitos” se tratase-, yo soy más de la idea de que en realidad tanto niños como adultos planificamos nuestra vida en consonancia con el calendario escolar.
De este modo, es ahora -ante la inminente llegada del otoño- cuando a todos nos corresponde aplicarnos a la tarea de comenzar con buen pie nuevos retos y compromisos, así como, aproximadamente al finalizar el curso -con el solsticio de verano el 24 de Junio, festividad de San Juan- nos “toca” dar cuentas de nuestros resultados a través de “pruebas” tales como exámenes académicos, auditorias de empresa, declaración de impuestos… y demás obligaciones, anhelando el anuncio de un nuevo verano -con su aumento de horas de luz y supuestamente también de grados de temperatura- como el ansiado premio a un año escolar bien trabajado.
Por ello, para sobrellevar de la mejor manera posible esta “vuelta al cole para todos”, algunas pautas prácticas a tener en cuenta son:
- Regresar a casa de vuelta de vacaciones unos días antes de comenzar a trabajar para realizar así una buena transición y habituación -física y mental- a la rutina; no hay nada peor que llegar de un destino relajante y paradisiaco y comenzar al día siguiente con el ritmo caótico y frenético de colegios, trabajo, etc.
- Aceptar, con paciencia y naturalidad, que durante los próximos días vamos a encontrarnos en un período de adaptación a nuevos hábitos de vida, con lo que conlleva de desorientación, extrañeza, lentitud, etc.
- Tomarse el primer día “de cole” como sanamente improductivo, igual que cuando de niños volvíamos después de vacaciones y teníamos ganas de contárselas a todo el mundo. Y, salvo temas laborales muy urgentes o importantes, también conviene concederse un respiro “extra” dando a los clientes, etc. una fecha posterior a nuestra reincorporación real para podernos organizar mejor y ponernos al día.
- Programar -en la medida de lo posible- una vuelta a la “normalidad doméstica” progresiva, es decir, que nuestras actividades cotidianas en casa vayan poco a poco aumentando en cantidad e intensidad; por ejemplo, tareas como limpiar, planchar, hacer recados, etc. tal vez no sean tan prioritarias y se puedan posponer para próximas semanas.
- Concedernos un rato diario de ocio y tiempo libre para “desconectar” de los problemas y reforzar nuestra resistencia natural al estrés. Si somos de las que habitualmente se llevan la oficina “a cuestas”, conviene recordar que ante una jornada tensa hay que dedicar un tiempo a relajarse; para ello, podemos practicar deporte, yoga o meditación, cuidar nuestra vida social y retomar aquellas amistades abandonadas por estar “tan ocupadas”, conversar con la familia…
- Motivarnos con una nueva “aventura”, es decir, con una actividad especial que nos sirva de estímulo para la semana: un masaje, una excursión, una cena… puede contribuir a ilusionarnos y a activarnos al pensar en nuestro “premio” semanal.
- Y plantearnos la llegada del otoño como un período lleno de momentos y de actividades interesantes propias de esta estación del año: puentes y escapadas, excursiones culturales y rurales, reuniones y juegos de mesa con familiares y amigos, “maratones” de cine, etc.
¡Tal vez así podamos combatir mejor el tan temido “síndrome de depresión postvacacional”!
SUSANA LANDÍN DÍAZ DE CORCUERA
Psicóloga y psicoterapeuta
Publicado en revista El Mundo